Poco antes del inicio del Campeonato Mundial de Fútbol España 82, el
defensa Jaime Enrique Villegas lanzó una expresión lapidaria que mucho gustaba
al maestro Ramón Oquelí: "Venimos -dijo- a lavar el rostro sucio de la
patria". Y en efecto, el rostro de Honduras lucía percudido por la
presencia de ejércitos extranjeros que con la aquiescencia del gobierno de turno
mancillaban nuestra soberanía, a tal grado que el escritor argentino Gregorio
Selser llamó a Honduras una "República alquilada".
Pero no sólo eso, la incipiente democracia hondureña estaba salpicada
por actos de corrupción que, antes y después del referido mundial, se fueron
repitiendo uno tras otro. A los niños de primaria se les quitó la leche y los
lápices, en tanto que a ciudadanos de nacionalidad china se les extendía
pasaportes hondureños por un simple fajo de dólares.